GELLU NAUM

VI

Estamos cansados del viaje, pero todavía nos queda un poco hasta el Corral de las Cabras. Cazo. Mamá demuestra ser una imprudente, pero también muy vergonzosa. Una conversación emocionante. Fabrico unos cuantos objetos útiles. Historia de una pata de palo. Nos atrapan los caníbales.

MÚSICA ROBINSONIANA, QUE DA PASO A LOS RUIDOS DE LA JUNGLA. DECORADO CON VEGETACIÓN EXUBERANTE, EN ALGUNA LUGAR DE LA JUNGLA. UNA CEBRA BEBE AGUA. APARECE UN LEÓN. LA CEBRA HUYE ASUSTADA Y SE ESCONDE TRAS UN MATORRAL. EL LEÓN EMITE UN FIERO RUGIDO, DESPUÉS SE DIRIGE A UN ÁRBOL Y SACA UN CLARINETE DE UN HUECO EN EL TRONCO. LA MÚSICA ROBINSONIANA SE AMPLIFICA DE NUEVO. EL LEÓN HUYE Y SE ESCONDE TRAS UN MATORRAL. APARECEN LOS TRES VIAJEROS, QUE HACEN UN ALTO EN EL MANANTIAL.

MARY:

Estoy agotada… ¿Cuánto hace que partimos?

PIERRE (Mira el reloj):

Un año y ocho meses. (A Robinson). ¿Nos falta mucho?

ROBINSON:

En cinco o seis meses llegamos…

MARY:

Qué ganas tengo… Pierre, cuando lleguemos, hazme un cuellecito de lanita de cabra…

PIERRE:

Te lo hago. Te hago un cuellecito de cuatro pulgadas.

ROBINSON:

Y yo, mamá, te haré un salero de madera de cedro y un collar de miga de pan.

MARY:

Házmelo, ya que sólo te tengo a ti… ¡Y tengo un hambre!…

ROBINSON:

¿Cazo algo?

MARY:

Me comería un pájaro.

ROBINSON:

Vale, mamá…

(Robinson dispara al aire y permanece en la conocida posición de espera. Se oye el aleteo de la bandada invisible, que dura, esta vez, algo más, lo mismo que el diálogo, hasta que aparece el globo.)

PIERRE:

Mary, eres una imprudente… Oye, ¿y si aparecen? Sabes que nos siguen… Las corrientes de aire los podrían arrastrar hasta aquí.

MARY:

Oh, Pierre, ¡tengo miedo! Tengo miedo y me da vergüenza ver a papá. Mamá sé que me entiende…

PIERRE:

Escondámonos. ¡Rápido!

(Los dos se esconden: Pierre en el matorral tras el que desapareció la cebra, Mary tras el que desapareció el león. Robinson se queda un poco más lejos inmóvil, en posición de espera. Se oye un silbido. Cae un pájaro.)

PIERRE (Saca la cabeza de su escondite:)

¿Has dicho algo, Mary?

MARY (Saca también ella la cabeza:)

No.

PIERRE:

¿Estás bien ahí?

MARY:

No mucho… Me he encontrado con un león.

PIERRE:

¿Un león? ¿De cuántas pulgadas?

MARY:

No sé.

PIERRE:

¿Y qué hace?

MARY:

Creo que quiere tocar el clarinete. ¿Y tú?

PIERRE:

A mi lado hay una cebra… Se peina.

(Se oye el segundo silbido. Arriba aparece el globo con la familia Selkirke. Pierre y Mary se esconden. Robinson saluda respetuosamente a los recién llegados.)

ADELAIDE (A Randolph:)

¿Quién es el joven?

RANDOLPH:

Kreutznaer, le dicen Crusoe. Vive solo, en una isla desierta. Donde está él puedes estar seguro de que ya no hay nadie más.

ADELAIDE:

Entonces los prófugos no están aquí. Prosigamos.

RANDOLPH:

¡Esperad! ¡Esperad! Kreutznaer, ¡escucha un momento!

ROBINSON:

Soy todo oídos, sir.

SELKIRKE:

Kreutznaer, ¡me pesa la conciencia! Tengo que confesarte algo. Es un secreto de familia…

ROBINSON:

Le escucho, sir.

RANDOLPH:

Papá, ¡no se lo digas!

ADELAIDE:

¡Díselo! ¡Díselo todo! Que lo sepa también él…

SELKIRKE:

Kreutznaer, has de saber que eres hijo del primer matrimonio de mi hija Mary, nacida Selkirke. Eres mi nieto, Kreutznaer.

ROBINSON:

¡Abuelo!

ADELAIDE:

¡Nieto querido!

ROBINSON:

¡Abuela! ¡Vivo solo en el mundo, abuela! Solo en esta isla desierta.

SELKIRKE:

Ven con nosotros. Buscamos a tu madre.

ROBINSON:

No puedo, mi destino es vivir solo, siempre solo…

ADELAIDE:

¡Pobre huérfano!

RANDOLPH:

¿No habrás visto a dos prófugos? Una mujer no demasiado joven y un pirata cojo…

ROBINSON:

No he visto a nadie, sir. Y si viera a alguien, no lo podría reconocer, en esta soledad…

RANDOLPH:

¡Los mataré! Cuídate, sir.

SELKIRKE y ADELAIDE:

Cuídate.

ROBINSON:

¡Adiós!

(Tiernos gestos de despedida. El globo sale de escena. Pierre y Mary salen de sus escondites.)

MARY:

¡Estamos salvados!

PIERRE:

No se sabe. Podrían regresar en cualquier momento. Hay un viento de doce pulgadas. Hasta que no te vea en el Corral de las Cabras no estaré tranquilo.

(La cebra y el león salen tranquilamente de sus escondites y se ocupan de sus asuntos. El león, antes de irse, esconde algo en el hueco del tronco.)

MARY:

Es un león honesto.

ROBINSON:

Un león solitario.

PIERRE:

¿Qué habrá escondido en el hueco?

MARY:

El clarinete.

PIERRE:

Vamos a llevárnoslo.

ROBINSON:

Hombre, sir, eso es robar.

PIERRE:

¿Tú crees?

ROBINSON:

Estoy seguro. Es un bien ajeno…

PIERRE:

No olvidéis que soy pirata.

ROBINSON:

Tiene razón. La soledad me ha alterado los conceptos morales. Desde que vivo solo, respeto los bienes ajenos…

MARY:

Dime, Robinson, ¿en el Corral de las Cabras hay suficiente leche? Me encanta la leche de cabra.

ROBINSON:

Sí, mamá, ¿cómo no?

PIERRE:

Yo te tocaré el clarinete y tú beberás leche de cabra…

MARY:

¡Qué bien! ¡Estoy deseando llegar allí! Qué pena que no tengamos bicicletas.

ROBINSON:

¿Quieres que haga bicicletas, mamá? ¿O un tándem con tres filas de pedales? En dos o tres años lo tendría terminado. Mira, empiezo ahora mismito…

MARY:

Ahora tengo hambre… ¿Has cazado el pájaro?

ROBINSON:

Claro. ¿Hago una mesa y unas sillas? En cinco-seis meses las termino…

PIERRE:

Cuando tengáis tiempo, hacedme también una pipa. A bordo del Arethusa tenía una, de cuatro pulgadas, de un muerto, pero me la tragué en sueños…

ROBINSON:

Te la haré, sir. ¿Te hace falta algo más?

PIERRE:

Un par de tirantes y una pata de cuarenta y tres pulgadas.

ROBINSON:

A ver que te tome las medidas.

(Robinson toma las medidas, después empieza a trabajar, mientras que Pierre y Mary charlan. Trinos de los pájaros, ruidos de la jungla.)

MARY:

Pierre, disculpa mi inocente curiosidad, pero pronto seré tuya y tengo derecho a saber algunas intimidades. ¿Tú naciste con una pata de palo?

PIERRE:

Qué niña eres, Mary… Nací con las dos patas de palo. Pero perdí las dos, ya te contaré yo cómo… Y me salieron otras, normales. Una de ellas la perdí en una batalla, en Trafalgar. Me la cortó el almirante Nelson. Se la llevó de recuerdo. En su lugar me pusieron otra, de cincuenta y ocho pulgadas. Así que me quedé con una sola pata de palo. Han pasado muchos años desde entonces.

MARY:

Sí… Era pequeña… ¿Sabías que era pequeña? Era muy pequeña. Casi una niña…

(Mientras ellos hablan y Robinson trabaja, se acerca el mayordomo del Rey Mabolo con tres policías indígenas, vestidos con estilo medio europeo. Robinson hace como que no los ve o incluso intercambia con ellos saludos indiferentes. Mary y Pierre, abstraídos en su conversación, no los ven. Los policías se paran junto a ellos.)

PIERRE:

…Después, en Waterloo, en la batalla, perdí la pata de palo. Entonces, el maestro artillero me talló otra, de doce pulgadas, hermosa pero rudimentaria. Era de madera joven. Y creció y se hizo un arbolito. Y se cubrió de hojas. Y por la noche, cuando me acostaba, o incluso por el día, venían los pájaros y trinaban en sus ramas…

MARY:

¡Qué hermoso! Qué pena que ya no lo tengas…

PIERRE:

Era hermoso, pero incómodo. Pesaba demasiado. Se posaban demasiados pájaros. No podía dormir.

MARY:

Pero nidos, con huevos y pollitos, ¿tenías?

PIERRE:

Claro. Estaba lleno de nidos. Tenía nidos de cuarenta y dos y cincuenta y cinco pulgadas. Y los pollitos trinaban, trinaban… Y los niños se hacían columpios. Y así siempre hasta que me hice pirata…

MARY:

¿Esto cuándo fue?

PIERRE:

Después de eso… Vino un muerto. El que me había hecho la pipa que me tragué mientras dormía… La pipa de cuatro pulgadas. Por aquel entonces todavía no estaba muerto. Era el hijo de Lord Sinclaire. Y que sepas que tampoco me tragué la pipa mientras dormía. Tengo que confesarte, Mary, que me la comí, de hambre, en en los mares de las Aleutianas… Eran tiempos difíciles…

MARY:

Has sufrido mucho…

PIERRE:

Sí, he sufrido… Y el muerto me dijo: yo, si tuviera tu pata, me haría pirata. Así que me hice pirata. Y también me arranqué el ojo derecho, para que me eligieran jefe.

MARY:

¿Te lo arrancaste? ¡Oh, esto es muy interesante! Por favor, cuéntame cómo. En el Corral de las Cabras, por las noches, me contarás tus aventuras, ¿no es así? Y yo beberé leche de cabra… Y me contarás cómo te arrancaste el ojo…

PIERRE:

También te lo puedo contar ahora, hasta que Robinson termine la mesa y las sillas… Estaba en alta mar, a bordo del Arethusa, a tres millas de las Aleutinas. Teníamos a bordo cincuenta y un cañones de sesenta y tres pulgadas cada uno. Había empezado una tormenta y los cañones tronaban…

EL MAYORDOMO:

Discúlpeme, señor, que le interrumpa. Estamos haciendo un control, es una mera formalidad: su documentación…

PIERRE:

No tengo. Soy pirata.

EL MAYORDOMO:

¿Y la señora?

MARY:

Sólo tengo el certificado de divorcio.

EL MAYORDOMO:

Lo lamentamos muchísimo, sir, pero se encuentran en el territorio del rey Mabolo. Sin documentación, no puede ser. Estamos obligados a retenerlos.

PIERRE:

¡Asunto suyo!

MARY:

¿Y mi hijo, Robinson? ¿Qué intenciones tienen en lo que a él respecta?

EL MAYORDOMO:

¿Es su hijo? A sir Robinson lo conocemos desde hace mucho. Nos demostró en el control que vive solo, en una isla desierta…

MARY:

También nosotros vivimos solos…

EL MAYORDOMO:

Puede ser, pero no tienen pruebas.

MARY:

Es verdad, no tenemos…

PIERRE:

¿Y qué nos van a hacer?

EL MAYORDOMO:

Por el momento, les ruego que se consideren atados. Cada uno a un árbol. Confiamos en ustedes.

PIERRE:

Gracias, sir…

EL MAYORDOMO:

Pero les ruego que no se alejen del árbol. Usted aquí…

(El Mayordomo acompaña con extrema educación a los dos junto a sendos árboles que están cerca el uno del otro. Desde este momento, los dos se van a considerar realmente atados a los árboles.)

MARY:

Sí. Querría hacer una pregunta. ¿Se puede?

EL MAYORDOMO:

Cómo no…

MARY:

¿Son caníbales?

EL MAYORDOMO:

Según unos, sí…

ROBINSON:

¡Mamá! ¡Te comerán!

MARY:

Me da lo mismo, ahora después de haber conocido el amor verdadero…

PIERRE (A Robinson:)

Mantenga la calma, sir… encantado de haberte conocido en circunstancias tan agradables. Te dejo de recuerdo mi pata. Siento que esté un poco usada.

ROBINSON:

Gracias, sir… (Al Mayordomo:) Le ruego que me ate a mí también junto a ellos. Quiero compartir su suerte…

EL MAYORDOMO:

Imposible, sir. Usted vive solo, en una isla desierta…

ROBINSON:

Lo reconozco. Pero, ¿qué puedo hacer? El instinto de la familia es más fuerte…

MARY:

¡Qué noble corazón! ¡Cómo te pareces a mí!

EL MAYORDOMO:

Tiene razón, sir… Le ruego que se considere usted también atado. (Le conduce junto a un árbol aislado.)

MARY:

Y ahora, ¿nos comen?

EL MAYORDOMO:

Todavía no… Voy a anunciarle al rey Mabolo su captura. Les ruego que no huyan, ya que yo sería el responsable. Mañana al rayar el alba, como muy tarde, el rey Mabolo estará aquí para el juicio. ¡Cuidaos!

(Los indígenas salen. Pausa.)

MARY:

¿Y crees que son caníbales?

PIERRE:

Más que seguro.

(Pausa. Entra el león, que les mira con compasión y, después de sacude la cabeza con pena, y dice: ¡Ts!¡Ts!¡Ts! – después se va.)

MARY:

¡Qué honesto león..!

Traducido por Elena Borrás García

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